No es por el lado de las efemérides, no se vaya a creer, ni Fangio
o Monzón o esas cosas. De chico, claro, Firpo podía mucho más que San Martín, y
Justo Suárez que Sarmiento, pero después la vida le fue bajando la cresta a la
historia militar y deportiva, vino un tiempo de desacralización y autocrítica,
sólo aquí y allá quedaron pedacitos de escarapela y Febo asoma.
Le da risa cada vez que pesca algunos, que se pesca a sí mismo
engallado y argentino hasta la muerte, porque su argentinidad es por suerte
otra cosa pero dentro de esa cosa sobrenadan a veces cachitos de laureles (sean
eternos los) y entonces Lucas en pleno King’s Road o malecón habaneto, oye su
voz entre voces de amigos diciendo cosas como que nadie sabe lo que es carne si
no conoce el asado de tira criollo, ni dulce que valga el de leche ni cóctel
comparable al Demaría que sirven en La Fragata (¿todavía, lector?) o en el
Saint James (¿todavía, Susana?).
Como es natural, sus amigos reaccionan venezolana o guatemaltecamente
indignados, y en los minutos que siguen hay un superpatrioterismo gastronómico
o botánico o agropecuario o ciclista que te la debo. En esos casos Lucas
procede como perro chico y deja que los grandes se hagan bolsa entre ellos,
mientras él se sanciona mentalmente pero no tanto, a la final decíme de dónde
salen las mejores carteras de cocodrilo y los zapatos de piel de serpiente.
Un tal Lucas, Julio Cortázar
No hay comentarios:
Publicar un comentario