Un sillón de terciopelo verde, un hombre que lee una novela, un ventanal que da al bosque de robles, una amenaza, un relato dentro de otro que se multiplica hasta el infinito. Nos pareció una buena metáfora, un buen nombre para un taller de lectura. Además de un homenaje a Cortázar y a su magnifico cuento "Continuidad de los parques". Así que recostémonos en este cómodo sillón y comencemos nuestra tarea placentera libro en mano.

Literatura móvil

Al azar, inmersa en esa lectura simultánea que nos propone la web, encontré este link que me parece interesante. ¿Un nuevo soporte para la literatura? ¿Un nuevo género?
Aquí dejo la huella: La literatura móvil, ese género en auge

Discurso de Federico

Yo,
si tuviera hambre ,no pediría un pan,
sino pediría medio pan y un libro.
Y yo
ataco desde aquí
violentamente
a los que sólo hablan de reivindicaciones sociales
sin mencionar jamás
las reivindicaciones culturales
que es lo que los pueblos necesitan
y piden a gritos.
Bien está que todos los hombres coman
pero que sepan y gocen
de todos los frutos
del espíritu humano.
Lo contrario
es convertirlos en máquinas
al servicio del Estado,
es convertirlos en esclavos
de una terrible organización social

FEDERICO GARCIA LORCA
Fuentebaquero 1939
Discurso en una biblioteca pública

Selección realizada por integrantes del taller

“El se sintió reconfortado, como si la decisión de ser colombiano le compitiera exclusivamente. Se animó a decir que había nacido en Bogotá y ella lanzó un breve chillido de asombro. Los dos, entonces ¿eran colombianos? Los dos no, pensó él, solamente yo, haciendo un esfuerzo por recordar la ladera de una montaña llena de pinos y un cielo espeso y oscuro que casi tocaba la tierra, que seguramente era repulsivo pero que él defendería contra viento y marea, poniéndolo muy por encima de la plana estupidez de los cielos azules. “


Marta Traba, De la mañana a la noche

Selección : Mabel Misberg


“No he olvidado nunca que todo ese mundo nuevo se lo debo a usted. La tarde en que bajé la escalera de la Casa, apretando contra el pecho la primera novela que me encargó traducir, está probablemente, perdida en su memoria. En la mía es siempre luminosa, rosada. Recuerdo, fíjese, que temía extraviar el libro, lo aferraba con las dos manos, y el tranvía 48 que se internaba en el crepúsculo por la calle Independencia se me antojaba más lento que nunca: quería penetrar cuanto antes en la nueva materia de mi vida. Pero inclusive ese barrio de casas bajas y calles largas y empedradas me parecía hermoso por primera vez.”


Rodolfo Walsh, Nota al pié

Selección. Norma López


“...sólo tuve conciencia del exceso de mi amor después de apelar a todos mis esfuerzos para curarme de él, y creo que no hubieras osado intentarlo si hubieses previsto tantas dificultades y tantas violencias. Estoy persuadida de que amándote, así ingrato como eres, experimentaría emociones menos penosas de las que siento al despedirme de ti para siempre.”


María Alcanforado (1640-1723) Monja Portuguesa, Quinta y última carta de amor

Selección: María Masini


“El suicidio de León no era un acto de grandeza ni un arranque inconsciente. Era la escapada de un mediocre, un símbolo del desorden de los tiempos. El resentimiento, la falta de responsabilidad anidaban en todos; sólo un débil los ejercía así. Los demás frenaban, rompían, atacaban el orden, ponían en duda los valores. La destructividad que León volvió contra sí: ésa era la enfermedad metafísica que corroía al país y a los hombres hechos para construir les resultaba cada día más difícil enfrentarla”


Rodolfo Walsh, Nota al pie

Selección: Cristina Prego


“ Los dos a veces eran cómplices, tenían una vida secreta que nadie comprendía . Y también porque los raros son perseguidos por la gente que no toleran la insultante ofensa de los que se diferencian. Escondían su amor para no herir a los otros con la envidia”


Clarice Lispector, La partida del tren

Selección: Susana Falcone


“Desde que descubrió – pero lo descubrió realmente con espanto – que iba a morir un día, desde entonces no tuvo más miedo a la vida, y a causa de la muerte, tenía derechos totales: lo arriesgaba todo”


Clarice Lispector, La partida del tren

Selección: Graciela Aguilera


“…compró palitos de regaliz para masticar. Tomó asiento junto a la salida. La poseyó la extraña autoconciencia de hallarse sola, y esperaba que el cine oscureciera pronto. Cuando oscureció y comenzaron los comerciales, buscó en su bolso los lentes. Los tenía en un estuche. Los Kleenex también estaban en un estuche. Lo mismo los bolígrafos, las aspirinas y las mentas. Todo se encontraba en un estuche. Y eso es en lo que se había convertido: en una mujer sola en el cine con todo en estuches.”


Lorrie Moore, Como la vida, Además, usted es fea

Selección: Graciela Aguilera

Listado de cuentos leídos en la segunda parte del curso

Rodolfo Walsh, Esa Mujer / Nota al pie
Ricardo Piglia, La loca y el relato del crimen / Hotel Almagro
Clarice Lispector, Felicidad Clandestina / La partida del tren
Lorrie Moore, Como la vida. Además usted es fea.
Lorrie Moore, Autoayuda, Cómo hablar con tu madre (notas)

Silvina Ocampo, Rhadamanthos, La soga, El vestido de terciopelo
Mario Benedetti, Una carta de amor, Los pocillos/ Corazonada
Armonía Somers, Historia en cinco tiempos (Para leer más sobre la autora)
Elena Poniatowska, El recado / Querido Diego, te abraza Quiela
Silvia Schmid, La canasta de las compras. Mabel salta la rayuela.
Irma Verolín, La escalera del patio gris, Las matronas
Raymond Carver, Tres rosas amarillas, Intimidad (Para leer más acerca del autor)
Liliana Heker, Los bordes de lo real, La fiesta ajena
Mariana Alcanforado, Cinco cartas de amor de la Monja Portuguesa, Carta Quinta
Julian Barnes, La mesa limón, Una breve historia de la peluquería
Patricia Highsmith, La tortuga de agua dulce

Textos fundantes del Realismo Mágico

Narración histórica y narración literaria en
El reino de este mundo de Alejo Carpentier
Lectura sociocrítica

INTRODUCCIÓN

Para la mayoría de los escritores latinoamericanos, describir la realidad americana, ateniéndose a sus rasgos comunes y a sus particularidades históricas, ha sido siempre la razón de ser de sus creaciones literarias. De ahí, nació la novela histórica que, a sus principios, era una novela tradicional es decir que relataba la historia acatando las pautas del discurso historiográfico, guiada por una preocupación pedagógica. Por eso, la novela histórica tradicional se dedicó a retrazar las hazañas de las grandes civilización indígenas y de los episodios de
la conquista española.

Pero, ocurrió que esta novela ya no correspondía ni al contexto socio−histórico latinoamericano en constante evolución ni a las aspiraciones de los autores de mediados del siglo XX. Es en este ámbito que aparecerá en la década de los años sesenta la nueva novela histórica, que se dará a conocer más tarde bajo el apelativo nombre del boom hispanoamericano, con la obra precursora de Alejo Carpentier, El reino de este mundo, publicada en 1949.

Con esta novela, Carpentier inicia también el concepto del realismo mágico partiendo de su voluntad de apartarse de las normas de la novela realista europea y de la convicción según la cual la realidad hispanoamericana era en sí misma maravillosa y barroca, lo que resumirá en estos términos:
Yo soy incapaz de `inventar' una historia. Todo lo que escribo es `montaje' de cosas vividas, observadas, recordadas y agrupadas, luego en un cuerpo coherente. Lo que Vargas Llosa calificará de verdad muy mentirosa.

Pues, fiel a estas convicciones, Carpentier propone en El reino de este mundo una relectura crítica de la historia de la revolución negra de Haiti mediante la desmitificación del registro historiográfico oficial, y una escritura astuciosa en la que el tiempo se convierte en una entidad inestable. Esta novela que se encuentra a horcajadas entre la novela tradicional y la nueva novela, marcará el punto de partida para la nueva generación de novelistas hispanoamericanos.

Lectores de autobús

Recojo un texto que leí y me gustó
Pasión lectora

La chica que va leyendo frente a mí en el metro sólo despega la vista de las páginas para comprobar por qué parada vamos, o para retener mejor alguna imagen, o darle vueltas a una frase que le ha impresionado. Tendrá unos 28 años y, seguramente, regrese del trabajo. Lleva el arreglo algo marchito de quienes salieron de casa hace 10 horas. Ha forrado el libro porque tal vez se lo han prestado y no quiere estropearlo, o puede que para ella sea un acto tan íntimo que prefiera proteger la identidad de la obra y el autor y, de paso, sus propios gustos. Precisamente, de gustos se trata. Hasta que una obra entra en los manuales de literatura primero tiene que pasar por el proceso del simple gustar, de atrapar a alguien que la va leyendo con el traqueteo del autobús o en un bar lleno de ruidos. Incluso andando por la calle, como hace con total naturalidad la protagonista de Una mujer soñadora, de Thomas Hardy, cuya versión real he visto, perpleja, más de una vez por aceras y pasos peatonales. Y es que a quien le gusta leer de verdad, lee por cuatro y encuentra la forma de hacerlo aun a riesgo de pegarse un buen tropezón.
Por el contrario, hay otros que tienen que encontrarse con unas condiciones muy precisas de temperatura, humedad, altitud y tranquilidad para abrir un libro. Son los que relegan la lectura a la playa, la piscina, las tardes invernales junto al fuego, a algún aburrido proceso gripal, a la cama antes de dormirse y a cualquier situación agradable que uno se pueda imaginar. Algunos, incluso, se preparan un baño con espuma y velas encendidas en ese templo de lectura que siempre ha sido el cuarto de baño. Es indudable que tanto estos lectores-muelle como los anteriores, los esforzados lectores-escaladores, encuentran un gran placer en la lectura. El problema es que de tanto repetir que leer es un placer ha llegado a sonar a frase hecha, a publicidad inventada por escritores y editores para hacer clientela.
Menos mal que la ciencia nos ha echado una mano, analizando lo que podríamos llamar el efecto Agatha Christie. Se ha comprobado objetivamente lo más subjetivo, la maravillosa sensación de bienestar que producen sus novelas en las neuronas de sus seguidores y que, de ampliarse el estudio, sospecho que abarcaría la lectura en general. Para mí es algo definitivo, si en un escáner sale que leer genera felicidad, si se encienden los puntos que hacen de nosotros seres menos agresivos, violentos y mediocres, no sé a qué esperamos para lanzarnos a una librería o a una biblioteca. Además, habría que añadir los últimos descubrimientos sobre las neuronas-espejo, las que nos hacen empatizar con el prójimo. Será por eso que Mercè Rodoreda (y no ha sido la única) decía que una novela es un espejo. Una idea no tan simple si pensamos que para sobrevivir necesitamos vernos reflejados en los demás de todas las formas posibles. Ya lo advertía la misma Biblia de un modo mucho más inquietante al decir que “en esta vida se ve la realidad como en un espejo. Después la veréis cara a cara”. ¡Uf!
El caso es que nuestra lectora va embelesada, abducida por lo que en su libro se cuenta. Yo sacaría la novela que llevo en el bolso y me pondría a lo mío, pero me siento más intrigada por lo que lee ella. Hay un momento en que algo le hace gracia y casi ríe, apenas puede reprimirse, tiene que desviar la mirada hacia las paredes oscuras del túnel para salir de esta ilusión. Qué buen rato está pasando, aunque con tantos pasajeros a su alrededor observando taciturnos su particular jolgorio puede que le resulte un poco incómodo. ¿Y si llega un instante en que no sea capaz de controlarse? Pero, al momento, su rostro se vuelve serio, pensativo, por lo que también debe de haber profundidad y margen para la reflexión en esas divinas páginas. Todos nos hemos tropezado con obras de las que hay que levantar la vista de vez en cuando para saborearlas más y que al terminarlas y cerrarlas cobran más vida todavía, reviven en la imaginación, como si en el fondo le hubieran estado chupando la sangre al lector, mientras el lector se la chupaba a ellas. La sangre que circula por el interior de las letras, de las palabras, es absorbida por una mente, que a su vez le entrega todo lo que sabe y lo que ha llegado a ser en esta vida. Y por eso la lectura es el único caso de doble vampirización del que todos salimos fortalecidos, con el corazón más fuerte, y más jóvenes.

Clara Sánchez en http://www.elpais.com/
6 de agosto de 2006

Para comentar y reflexionar

Sobre la lectura y los lectores

Dos meses atrás, la revista trimestral de cultura Alternativa periodística (ALT+P) –que financia el Centro de Estudios Nuevo Milenio del legislador macrista Daniel Amoroso– elaboró un dossier sobre la lectura en el que opinaban, entre otros, Daniel Link, Carlos Belloso y Gastón Pauls, y en el que se aportaban algunos datos tan curiosos como preocupantes –como que en la Argentina actual existen unos 14 millones de analfabetos funcionales; es decir, gente que puede deletrear pero no comprender lo que ha escrito. Para el número de octubre, la publicación elaborará un foro de ideas sobre el mismo tema, y para eso convocaron a la bibliotecóloga Silvia Castrillón y al profesor Francisco Romero, y me pidieron, también, algunas palabras a mí. Como los tres periodistas que integran el staff son excelentes profesionales –Cristian Brugnara, Agustín Valle y Juan Pablo Presti–, y como el tema, sobre todo, me resulta interesante, hice el esfuerzo de enviarles una opinión más o menos digna sobre qué significa para mí el acto de leer.

Ahí, me refería a una declaración reciente de César Aira –al parecer, uno de los escritores argentinos contemporáneos que más ha leído: “La literatura clave depende del lector que se apasiona y lee toda su vida. Pero esa figura es improductiva. Nunca entendí por qué se insiste tanto con eso de que hay que leer. Yo leí toda mi vida y me hace muy feliz, pero no se lo recomiendo a nadie, porque no tiene ninguna utilidad práctica”. Algo similar dijo hace poco Juan Sasturain, conductor del ciclo televisivo Ver para leer, en el encuentro “Talando árboles” organizado por la editorial Interzona: “Esos programas que proponen que ‘hay que leer’, que dicen ‘por favor, qué terrible que nadie lee’ y cosas así hacen mucho mal. Se habla de la necesidad de leer, de la utilidad de leer, y se abandona el hecho básico fundamental por el cual alguna vez empezamos a leer: porque nos gusta. Agarramos el libro porque nos gusta”.

Aira y Sasturain, con motivos y argumentos diferentes, se acercan a una verdad. Leer no tiene ninguna utilidad –leer ficción, claro: la utilidad de un manual de derecho aduanero es bastante más constatable empíricamente– en el sentido mercantil. Leer, en el sentido productivo, no sirve para nada. Pero ése, al mismo tiempo, es el mayor valor del acto de lectura: el de ser una de las pocas actividades que se siguen practicando sin buscar un afán de lucro. Leer, en última instancia, es leer porque sí: como hecho individual y subjetivo, como experiencia intransferible sin ninguna pretensión ulterior más allá del propio placer.

Otra cosa, bastante más complicada, sería definir qué es un lector. ¿Alguien que compra libros todos los fines de semana? ¿Alguien que lee dos, tres, diez libros por mes? Yo llamo “lector” –y me reconozco en esta figura– a alguien que establece una relación casi fetichista con los libros. Que no sólo lee, sino que huele el libro, lo toca, lo marca, lo piensa –y se piensa, siempre, a sí mismo cuando lo hace– y, si pudiera, también le haría el amor.

Dicho esto, debería agregar: desconfío de las personas que no leen ficción. Puede ser un prejuicio, o sonar contradictorio con las ideas expuestas un poco más arriba, pero no puedo dejar de pensar que, muy probablemente, la gente que no lee ficción tiene una relación más pobre y elemental no sólo consigo misma, sino con el mundo que la rodea.

(Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el domingo 7 de octubre de 2007).

Lector

La palabra lector es de origen latino y además de su significado más evidente, es decir el de definir a una persona que lee en silencio, se utilizaba corrientemente para designar a las personas que leían en voz alta. Es también un título específico, que en algunos idiomas, como el inglés mantiene su nombre latino. Puede tener varios terrenos de aplicación:

  • Académico: Un lector académico en el terreno universitario puede ser un tipo de profesor ayudante, en algunos casos extranjero. En la educación secundaria, en algunos países de Europa son profesores (en algunos casos estudiantes de cursos altos) que dominan el idioma del país al que van y que enseñan a los estudiantes una correcta pronunciación de su idioma nativo.
  • Eclesiástico: Es la persona que lee las escrituras sagradas en un oficio religioso. En algunas religiones estas labores son desempeñadas obligatoriamente por un clérigo, pero en otros pueden ser seglares. Es una de las órdenes menores de la Iglesia católica.
  • Fílmico: En algunos países (como, por ejemplo, Polonia), se utiliza un lector, en lugar de doblar o de usar subtítulos, para ir relatando a los espectadores de una película en otro idioma lo que va sucediendo. Esto también se conoce como traducción de Gavrilov.
  • Cigarrerías: En las industrias cigarreras, era tradición que un trabajador leyese libros o periódicos a los trabajadores que elaboraban los cigarros.
Fuente: Wikipedia
Derechos imprescriptibles del lector:

1. El derecho a no leer.

2. El derecho a saltarse páginas.

3. El derecho a no terminar un libro.

4. El derecho a releer.

5. El derecho a leer cualquier cosa.

6. El derecho al bovarismo (enfermedad textualmente transmisible).

7. El derecho a leer en cualquier parte.

8. El derecho a picotear.

9. El derecho a leer en voz alta.

10. El derecho a callarnos.


Extraído de "Como una novela", Daniel Pennac

Primeros Encuentros de Lectura


" El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. Esta lectura es para él una compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra pero que ninguna otra compañía podría sustituir. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino, pero teje una apretada red de connivencias que expresan la paradójica dicha de vivir a la vez que iluminan la absurdidad trágica de la vida. De manera que nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad."
Daniel Pennac



Bienvenid@s a nuestro espacio de lectura. Este año iniciamos nuestro taller con obras fundantes del Realismo Mágico. Nos acompañan en este encuentro, Cien años de soledad y el placer de asomarnos a esta novela de Gabriel García Márquez, releyendo o leyendo por primera vez la historia de Macondo y los Buendía, familia fundadora de esta entrañable aldea. Pedro Páramo, de la mano de Juan Rulfo, con otro espacio mágico y misterioso, el pueblo de Comala, y Balún Canán, un pueblo con nombre maya ("Nueve Estrellas") antiguo nombre de Comitán en el estado de Chiapas, esta última novela de Rosario Castellanos.

En las pausas de cada lectura, intercalaremos con otros textos, sacaremos de los estantes de nuestra biblioteca personal, libros que dialoguen, completen, cuestionen estas lecturas. Ejerceremos nuestros "Derechos Imprescriptibles" de lectores y reflexionaremos sobre la lectura a través de textos que evoquen esta actividad creativa que nos construye y amplia nuestra mirada sobre el mundo.

Nos acompañarán también aquellos textos que refieren sobre el género que nos ocupa en este curso, el realismo mágico y sus relaciones y parentescos con la literatura fantástica y el surrealismo. De estos encuentros con la palabra, surgirán posiblemente otras relaciones, otros textos propios, otros viajes circulares por estos universos latinoamericanos míticos que bordean nuestra realidad construyendo mundos posibles.